miércoles, 14 de mayo de 2008

¿Qué vida es la más fácil: la del creyente o la del ateo?

A mi parecer resulta fácil la respuesta a esta pregunta pues la vida se presenta mucho más llevadera cuando hay algo a lo que agarrarse, cuándo lo que está bien y lo que está mal ya nos viene predeterminado, cuándo existe un motivo que nos guía a través de este difícil mundo, siendo en definitiva, la fe en Dios.

A razón de esto los creyentes resultan ser aquellos que prefieren anteponer la ilusión de un sueño a la triste realidad, románticos que creen que ante el cruel mundo y el peor sin vivir más vale hacerse a un lado, evadirse de la realidad. Entonces los creyentes, al igual que ya hicieran en su momento los ateos, deberían dejar de esconderse tras los dogmas de la religión para atreverse a afrontar la vida e intentar cambiar este mundo que a razón de ciertos intereses nunca le fue favorable a nadie, exceptuando quizás tan sólo al amor.

En definitiva sí resulta más fácil la vida como creyente pero a la vez se presenta como cobarde e infantil, pues es incapaz de labrar su propio porvenir.

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